En la naturaleza podemos observar diferentes formas de vida, desde los pingüinos en la Antártida hasta los canguros de Australia. En el mundo vegetal ocurre lo mismo, poco tienen en común las llanuras de algas del mar Cantábrico con las selvas tropicales. Todos estos seres constituyen lo que denominamos diversidad biológica o biodiversidad. Esta cantidad ingente de formas de vida quizás no nos sorprenda, pues es algo cotidiano, inherente a nuestro mundo, pero sí nos debería hacer reflexionar. Reflexionar, en el sentido de que es un legado que debemos mantener puesto que cada especie despeña una función concreta a la que se ha adaptado tras cientos, miles o millones de años de evolución.
¿Qué son las variaciones?
Todas estas formas de vida que compartan diferentes aspectos o características externas es lo que llamamos variación o variabilidad. Es lo que vemos, lo que observamos de cada una de ellas, las diferencias y similitudes. Una de las primeras personas que se pusieron su atención sobre este tema fue Charles Darwin. Gracias a su formación multidisciplinar, su capacidad de observación y de análisis fue capaz de darse cuenta de que en el archipiélago de las Galápagos las especies de aves presentaban variaciones locales debido al aislamiento insular. Posteriormente Darwin publicó El origen de las especies (1859) donde sentó las bases de la teoría evolutiva.
Muchos años han pasado, y muchos descubrimientos y avances científicos se han realizado desde entonces. Hoy en día sabemos que todos los seres vivos contienen unos elementos básicos comunes: proteínas, lípidos y material genético. Sin duda todos ellos tienen una importancia vital, pero centrándonos en la variabilidad, hay un componente que destaca sobre el resto, el material genético.
El material genético tiene una propiedad dual que lo hace increíble. Es un elemento que está presente en todos los organismos de nuestro planeta. Su función principal es contener todas las instrucciones para el desarrollo, crecimiento y mantenimiento de un ser. Presenta únicamente cuatro elementos químicos fundamentales: adenina, guanina, timina y citosina. Pues bien, la agrupación o combinación diferencial de estos cuatro elementos da lugar a toda la variabilidad existente. Y aquí está la dualidad, ¿cómo puede ser que un elemento común formado por únicamente cuatro unidades pueda ser capaz de dar lugar a toda esa cantidad millonaria de especies?
La respuesta se encuentra en los cambios y combinaciones que pueden surgir en la secuencia u orden de estos elementos a lo largo del genoma. Todos los individuos de una especie son iguales, pero a la vez diferentes y en el origen de todo ello se encuentra la variabilidad genética.
Podemos hablar de variabilidad genética entre individuos, poblaciones y entre especies. En todos los casos la variabilidad se encuentra en los genes, siendo las mutaciones la causa fundamental de esta increíble variabilidad. Estas mutaciones producen cambios en las frecuencias de los genes dentro de una población, que dependiendo de los individuos que se reproduzcan se transmitirán unos u otros genes a la generación siguiente.
Los humanos desde la antigüedad indirectamente hemos manejado el concepto de variabilidad genética pues hemos sido capaces de crear, por ejemplo, en el caso de las especies domésticas, diferentes razas adaptadas a los distintos ambientes o funciones. Un ejemplo perfecto es el caso de las razas de perros. Se estima que existen unas 345 razas de perros (mastín, dálmata, pastor alemán, galgo, bóxer, afgano, yorkshire, etc.) todos tienen los mismos cromosomas (78) y los mismos genes, sin embargo, lo que los diferencia son las combinaciones de esos genes.